Romagnoli, calidad, veteranía y compromiso azulgrana
Ante Argentinos Juniors, Leandro Romagnoli no fue titular pero le tocó ingresar en la segunda etapa. El Pipi con 387 partidos jugados, se acerca a las cuatro centenas.
Todavía permanece en nuestras retinas la excelente actuación de Leandro Romagnoli frente a San Martín en San Juan. Suyos fueron el pase que habilitó a Nicolás Blandi en el primer gol y el tiro de esquina que Paulo Díaz cabecearía hasta el fondo de la red. Su salida del campo, ya con el 2-0 en el luminoso, fue recibida con los aplausos de sus compañeros. La hinchada no pudo acompañar estos vítores desde la cancha, pero sí desde todos los rincones de la nación donde se estuviese viendo el encuentro. Lejos quedan los tiempos en los que su madre, Rita, lo llevaba al Club Atlético San Lorenzo de Almagro, donde militaba los domingos, pero la pasión por el escudo que cubre su pecho permanece.
Claudio Biaggio pensó en el 10 para sustituir a un extenuado Fernando Belluschi, que sufría el desgaste derivado de la gira rusa de la Selección Nacional, y el Pipi supo estar a la altura. El diez reivindicó su calidad y demostró que, desde la experiencia, todavía puede aportar mucho toque a la escuadra azulgrana, y muchas alegrías a los aficionados del San Lorenzo. Una de las primeras cosas que te cuentan cuando empiezas a jugar al poker es que hay estrategias que son fáciles de entender, pero complicadas de dominar. A sus 36 años, puede que el físico no le responda como antes (aunque, en ocasiones, eso también se compense con trabajo), pero la experiencia sirve para afinar el olfato de los francotiradores natos, de los tiralíneas, y el olfato de Romagnoli reivindica, todavía, más espacio en la cancha.
Porque, además, el Pipi tiene espíritu ganador y es memoria viva de los grandes logros del equipo. Hasta la fecha, es el jugador que más títulos acumula con el club, una lista que inició con su aportación a aquella gloriosa escuadra que, en 2001, y en compañía de un también enorme Romeo, llevó a San Lorenzo a firmar una racha de victorias récord -que Boca todavía se tendrá que conformar con soñar- y cerrar el Clausura 2001 como campeón. Fue la mejor campaña de la historia en torneos cortos, y Romagnoli se confirmó como un mago de la asistencia con olfato para perforar la escuadra (anotó cinco tantos).
Después vendrían las lesiones y su salida a los Tiburones Rojos primero y al Sporting de Lisboa después. Un impase en su relación con el club de sus amores, pero que confirmó la calidad del mediocampista, que tuvo la oportunidad de enfrentarse a los mejores de Europa en la que fue una de las etapas más competitivas del club lisboeta. Su salida de Lisboa coincidió con la contratación del chileno Matías Fernández en 2009. Sin la confianza del entrenador, abandonaría el club para retornar a la patria. Superados los rumores que lo relacionaban con el Fluminense, el Pipi se reencontró con el club el 20 de agosto, fecha de la presentación con el San Lorenzo, fecha en la que recuperó la camiseta con el diez a la espalda.
Es cierto que los arranques de esta segunda etapa no fueron fáciles; el rendimiento no acababa de estar a la altura de un jugador de su talento y las lesiones tampoco le permitieron una continuidad en su juego de la que el equipo estaba muy necesitado. Y entonces llegó aquella noche mágica, el principio de una batalla en la que el alma triunfó sobre el físico: en el partido frente al Belgrano de Córdoba, Leandro jugó una segunda mitad impresionante y se reconcilió con la afición. Su juego recuperó la altura, y lo hizo sobreponiéndose a una rodilla rota que le acompañaría durante todo el torneo. El compromiso, el hambre de victoria estaban ahí para disipar cualquier posible rumor sobre su retirada. Imprescindible fue su contribución al milagro de los tres últimos partidos en el Clausura 2012, unas fechas agónicas en las que la permanencia en la élite del fútbol argentino estuvo en riesgo. Su entrada en los últimos minutos del partido de promoción frente a Instituto de Córdoba todavía se recuerda como una de las mayores ovaciones registradas en el Nuevo Gasómetro.
El Pipi aporta juego y exhibe pasión por los colores de su escuadra, no sólo en el campo. Lo demostró al mantenerse vinculado al club aun cuando éste atravesaba uno de sus peores momentos de la historia azulgrana. Ésta es la razón por la que la hinchada lo adora, porque, más allá de hacerla soñar en el campo con su juego, el hincha sabe que la sangre de Romagnoli es del mismo color que la suya.