Del #AndateBauza al #GraciasPatón, el DT que se ganó la gloria azulgrana

El padre de la Libertadores que conquistó San Lorenzo hace seis años tuvo cierta resistencia en un principio, pero con su trabajo revirtió la historia para transformarse en uno de los técnicos más importantes del club.

Bauza y la Copa, un dúo que enamoró a todo San Lorenzo para siempre.

Bauza y la Copa, un dúo que enamoró a todo San Lorenzo para siempre.

#GraciasPatón. El hashtag se replica entre miles de tweets de hinchas de San Lorenzo a exactamente seis años de esa noche que se volvió eterna en la memoria de cada cuervo. Cada año que pasa se alejará más la fecha y se acrecentará más la hazaña y la figura de quien comandó a ese plantel hacia la gloria. De Edgardo Bauza se trata, hoy convertido en todo un prócer futbolístico azulgrana aunque no la pasó bien el entrenador al principio.

El resultado final suele dejar en el olvido muchas cuestiones. Pero no eran pocos los que cuando en la fase de grupos de aquella Copa Libertadores todo se volvió negro para el Ciclón, pedían la salida del entrenador nacido en Granadero Baigorria. De hecho, el #AndateBauza se impuso fuerte en las redes durante varios días.

La grieta de estilos del fútbol argentino hizo de las suyas. San Lorenzo venía de gustar y ganar el Torneo Inicial 2013 de la mano del buen juego, estético y efectivo, de Juan Antonio Pizzi. El repentino adiós del santafesino, que optó por aceptar el ofrecimiento de Valencia, dejó un hueco que sólo se llenaba con incertidumbre. Bauza tenía ya en su haber el título copero con Liga de Quito y fue el elegido para continuar el camino del éxito que se había alcanzado con JAP. Pero su estilo era el opuesto.

Por ello, muchos miraron su arribo de reojo. No estaban convencidos de las formas del Patón. Que es defensivo, que juega a no perder, que tira el equipo atrás, que los cambios son conservadores, que esto es San Lorenzo… Las etiquetas, mayormente impuestas por la prensa, suelen generar prejuicios. Claro que también estaban aquellos que veían en él una esperanza y depositaban toda la confianza.

Pero el malestar se generalizó cuando el fuego de la ilusión sanlorencista quedó reducido a una pequeña llamita tenue al sacar solamente 5 de 15 puntos en los primeros cinco partidos de la fase de un grupo que se presentaba accesible en la previa. Perdió con Botafogo 2 a 0 en Brasil, le ganó 1 a 0 a Independiende del Valle de local, empató con Unión Española 1-1 en el Nuevo Gasómetro, perdió1-0 en Chile e igualó 1-1 en Ecuador. En ese vestuario en Quito se respiraba la eliminación.

El equipo no estaba ni cerca de las altas expectativas. Y los simpatizantes nuevamente comenzaban a hacerse la idea de que el sueño debía esperar otro año más. Parecía que era cierto eso que decían por ahí, que la Copa no estaba hecha para San Lorenzo. Pero la esperanza nunca estuvo del todo apagada. El milagro ocurrió en el Bajo Flores, en la noche más recordada por todos los hinchas, después de la final, claro.

Ese golazo agónico de Ignacio Piatti para el 3 a 0 sobre Botafogo y la lluvia de tantos que llegaba desde el otro lado de la cordillera y que terminó con el triunfo de Independiente del Valle por 5-4 sobre Unión Española resucitaron a todo San Lorenzo. Ya nada fue igual. La clasificación transformó al equipo. El murmullo por los desajustes quedaron atrás: los fanáticos entendieron que conseguido el boleto a octavos, a partir de ahí sería cada duelo a todo o nada.

Y así jugó el San Lorenzo de Bauza, que ya no era más el Patón del Mal, como los que lo resistían lo llamaban. El técnico supo equilibrar el equipo: darle solidez a la última línea; juego orden y marca en el mediocampo con Ortigoza y Mercier; apertura con los laterales Buffarini y Mas; velocidad al ataque con Nacho Piatti, Tito Villalba y Angelito Correa; y contundencia en el arco rival con Matos, Blandi y Cauteruccio.

Pero, sobre todo, el espíritu de esas fases decisivas estuvo en el carácter. San Lorenzo se sacó de encima a dos peso pesados de Brasil en octavos y cuartos: Gremio y Cruzeiro, respectivamente. Con sufrimiento. Con los justo. Más vale, así es la Copa. El “¿Para qué? Si ya ganamos”, de Bauza ante la pregunta de por qué no se quedaba a mirar el último penal en la tanda en Porto Alegre sirvió para alimentar más la mística del entrenador. Esa seguridad le contagiaba a sus hombres. Y las críticas se volvieron mudas, aun cuando metía a Kannemann para aguantar en los complementos.

El envión encontró un freno con el Mundial de Brasil. La obsesión azulgrana quedó en stand by un mes. Los encuentros de un tal Lionel Messi y compañía que llevaron a la Selección a la final del mundo sirvieron para atenuar la ansiedad. Hasta que se reanudó la acción copera. El 5-0 ante Bolívar fue la señal que muchos estaban esperando para terminar de convencerse de que esta vez sí, podría ser el año de romper la maldición. El pasaje a la final obtenido en la altura ya era histórico.

Lo que vino después fue mágico. Nacional de Paraguay era considerado para todo el mundo del fútbol un rival accesible. Pero San Lorenzo jugaba contra sus propios fantasmas y temores. Bauza y su aplomo se reflejaron en el planteo de la ida en Paraguay. Se traía un triunfazo el Ciclón aunque terminó en 1-1. La revancha, hace exactamente seis años, se padeció más de lo que se jugó, es cierto. Los nervios ataron algunas piernas. Hasta que Orti y su penal encaminaron el rumbo. Y la 10 del Pipi Romagnoli aportó la experiencia necesaria para rendir en ese momento, el más candente de la historia de San Lorenzo, y levantar al fin ese trofeo histérico.

De resistido a libertador de Boedo, Edgardo Bauza escribió su capítulo con tinta indeleble en el libro de oro azul y rojo. Del #AndateBauza al #GraciasPatón, que seis años más tarde vuelve a escribirse en cada minuto del aniversario. Y que se seguirá escribiendo porque nunca será suficiente agradecimiento para tanta gloria.

Nahuel Lanzillotta

@LanzillottaOk

Periodista. Deportes. Clarín.

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