Un abrazo al corazón

Ubaldo, hincha de San Lorenzo, está internado por una enfermedad terminal. Gastón, su hijo, publicó una foto desde la clínica durante el partido y los mensajes no tardaron en llegar: hinchas, jugadores y el presidente Lammens le manifestaron su apoyo. "Me ayudaron a evadir un poco la realidad", cuenta.

Gastón y Ubaldo en el Bidegain disfrutando de la final de la Libertadores 2014.

Gastón y Ubaldo en el Bidegain disfrutando de la final de la Libertadores 2014.

Apenas empezaba septiembre. Ni siquiera había llegado el otoño, pero en España los días parecían más fríos que de costumbre y nadie entendía por qué. Una noche, en algún departamento de Madrid, sonó el teléfono. Gastón Rodríguez atendió. De inmediato, perdió la voz. "Se me cayó el mundo", sintetiza. Lo que pasó fue que del otro lado del tubo, a más de 10.000 kilómetros, estaba su mamá. Y, sin esperarlo, recibió una de las noticias más duras en sus 39 años de vida: a su papá, Ubaldo, le detectaron un tumor cerebral.

Gastón nació en Buenos Aires, donde creció entre banderas azules y rojas. "Ellos me hicieron hincha de San Lorenzo. No fue una elección... Afortunadamente fue una imposición", afirma. Porque en su familia convivieron varias generaciones de cuervos. Y, pese a que la crisis económica del comienzo de milenio lo obligó a mudarse al Viejo Continente, nunca renegó de su sentimiento: pertenece a la peña Osvaldo Soriano y regresó varias veces al país para ver al Ciclón. Sin ir muy lejos, estuvo en el Bidegain con su papá el día de la final de la Libertadores. "Al Mundial de Clubes no fui porque me había casado en la Argentina y estaba de luna de miel. Cuando ganamos la Copa pensamos en posponer el casamiento para poder ir a Marruecos, pero ya era muy tarde porque habíamos pagado casi todo", le cuenta a Mundo Azulgrana.

Pero de esas noches de alegría en la ciudad quedó sólo el recuerdo. "Mi vieja me avisó lo que pasó y al rato la llamé. Le dije que si se complicaba el panorama, porque al principio no conocíamos la gravedad del tumor, me volvía a casa. Y lo hice", explica. De hecho, hace dos semanas llegó a Ciudad Evita para estar más cerca de Ramos Mejía, donde queda el hospital que anoche, durante el cruce contra Vélez, se tiñó de azulgrana. "Hoy va a ser el último partido de San Lorenzo que vea junto a mi viejo. Estamos en el hospital y entre sus dolores y la morfina no creo que pueda ver mucho, ni que le interese el resultado. Te voy a extrañar muchísimo", escribió en su cuenta de Twitter.

Y el testimonio se volvió viral. Sin conocerlo, cientos de hinchas le manifestaron su apoyo. Más tarde, Sebastián Torrico y el Beto Acosta le grabaron un video. Hasta Matías Lammens, presidente del club, lo llamó. "Lo escribí entre lágrimas mientras lo atendían las enfermeras para hacer una especie de catarsis. Cuando empecé a ver los mensajes no lo podía creer... Sigo sin salir de mi asombro. Me ayudaron a evadir un poco la realidad", dice con una voz aguda de angustia. "Matías -revela- se puso a disposición de la familia para ayudarnos. Me ofreció una camiseta del jugador preferido de mi viejo para hacerla firmar por todo el plantel, pero no se la acepté porque no sé si la va a valorar. Lo que menos le importa en esta situación es el fútbol... Sigo pensándolo. No tengo palabras para describir su gesto".

Porque Ubaldo no la está pasando nada bien. Cuando Gastón decidió regresar a la Argentina, su esperanza de vida era de seis meses a dos años. "En el caso de mi papá no creo que llegue a tres meses", son las pocas palabras que el nudo en la garganta le permite expresar. Sucede que el tipo de tumor que tiene no puede ser extirpado y tampoco responde al tratamiento: "Hace dos días que está internado. Se estuvo haciendo radioterapia y quimio, pero el sábado se dieron cuenta de que le estaba afectando cada vez más cosas de las cuales no se iba a curar. Entonces, la familia decidió no seguir con eso y que tenga cuidados paliativos. El deterorio fue muy rápido y queremos que sufra lo menos posible".

Gastón está en la sala de espera. Aunque la historia de San Lorenzo le haya prohibido creer que existen utopías, entiende que "no hay ninguna esperanza de que salga adelante". Pero a pesar de que la tristeza lo invada, en el fondo sonríe. Porque su ídolo, como etiqueta a su papá, lo llevó por primera vez a ver al Ciclón cuando hacía de local en Ferro. Y caminó a su lado en los momentos clave del club. Por eso, cada vez que cierre los ojos, va a estar en la popular alentando con él. Abrazándolo para siempre, como cada grito de gol, de esos que van a retumbar en todo momento en el que lo recuerde.

Giuliana Pasquali

@giulipsl

Periodista deportiva con experiencia en Diario Olé, medios de prensa y partidarios.

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