Félix Orode: el nigeriano que jugó en San Lorenzo y debutó en un clásico
La historia de un jugador que no necesitó más que unos minutos para formar parte del folklore azulgrana.
Un 21 de noviembre de 2009, San Lorenzo vencía 2-0 a Huracán en el Nuevo Gasómetro. Era un clásico picante, de esos que se viven como finales, y en medio de ese clima apareció un nombre que nadie esperaba: Félix Orode, un nigeriano de 19 años que casi nadie conocía, pero que en apenas trece minutos dejó una marca que hoy, dieciséis años después, sigue despertando nostalgia.
Orode había llegado meses antes desde el Mighty Jets de Nigeria, tras un breve paso por España, y desembarcó en Boedo como una apuesta. No hablaba español, no conocía la cultura y arrastraba los típicos desafíos de cualquier futbolista joven que llega desde otro continente. Pero traía consigo una ilusión enorme, alimentada incluso por una promesa que él mismo recordó años más tarde: “Me dijeron que si aceptaba ir a San Lorenzo me iban a llevar a conocer a Maradona y eso nunca pasó. Era mi sueño.”
Ese sueño nunca cumplido acompañó sus primeras semanas en el club, mientras intentaba adaptarse a un fútbol completamente distinto. La barrera del idioma le jugó una mala pasada desde el inicio. Entre lo que cuentan las notas que reconstruyen su historia, hay un dato que explica parte de su desconexión: dependía de un traductor que un día no fue. Ese solo detalle alcanzó para que quedara desubicado, lejos del plantel profesional y sin poder manejar la situación.
Aun así, su momento llegó. Aquel clásico contra Huracán fue su presentación ante el fútbol argentino. Ingresó desde el banco en un partido caliente y, lejos de esconderse, pidió la pelota, encaró y mostró su desparpajo. Minutos después, protagonizó la jugada que marcaría su estadía en Boedo: un desborde, un pase atrás y asistencia para que Juan Manuel “Chaco” Torres convierta el gol que sentenció el partido.
Ese toque final, simple pero lleno de personalidad, alcanzó para que los hinchas empezaran a hablar de él. Algunos lo vieron como una promesa, otros como una rareza futbolera, pero todos se quedaron con ese instante. Fue su único aporte concreto en Primera, pero suficiente para convertirse en un pequeño mito azulgrana.
Su paso por el club, sin embargo, se apagó rápidamente. La falta de adaptación, el idioma y los cambios internos del equipo lo fueron alejando. Nunca volvió a tener una oportunidad real y terminó saliendo sin mucha explicación, casi tan silenciosamente como había llegado.
Pero su historia en Argentina recién empezaba. Orode decidió quedarse en el país, seguir jugando y construir su vida acá. Su carrera continuó en el ascenso: pasó por Nueva Chicago, CAI, Excursionistas, Luján, Comunicaciones, Sportivo Barracas, Defensores de Pronunciamiento y Central Ballester, siempre manteniéndose activo y sumando experiencia en distintas categorías. Con el tiempo, además, se formó como preparador físico, un paso que muestra cómo fue ampliando su vínculo con el deporte.
Hoy, cuando se cumplen 16 años de aquella asistencia, su nombre vuelve a aparecer entre los hinchas de San Lorenzo. Porque aunque su paso fue breve, dejó un recuerdo único, casi romántico: el de un chico que llegó desde Nigeria con un sueño imposible, que en su primer clásico metió una asistencia y que, sin saberlo, escribió una de esas historias que el fútbol guarda en silencio y que reaparecen cada vez que el calendario marca una fecha especial.

