Harakiri y Resurrección
Nos queremos matar por el equipo. Pero ahora, tenemos que estar más vivos que nunca. Vamos por nuestro segundo nacimiento. Vamos por nuestra refundación. Ahora, que es la hora.
Estoy preocupado. Me preocupa la preocupación de esos cientos de miles de corazones Cuervos que andan clavándose puñales por ahí. Que sufren, como todos claro, por ese tutú que no termina de arrancar. Del equipo hablamos. "¿Equipo?", bueno, todos lo sabemos, es una forma de decir. Porque si de fútbol hablamos, equipo no hay. Once individuos que a la buena de Dios patean para adelante, a veces, y hacia afuera, otras, no es, precisamente, un equipo.
San Lorenzo es lo que es, señoras y señores. Y basta de andar llorando por los rincones por ese juego asociado, toque o progreso ofensivo coherente que no aparece. Basta. Definitivamente. Asumamos, de una vez por todas, y, si quieren, con un dejo de resignación, que esta es la ropa con la que nos viste nuestro DT de turno. Mameluco de obrero, pico y pala. Ni una linterna para ver un poco de luz. Y a trabajar (resultados) se ha dicho. Para que no te clave Estudiantes y mueras de muerte natural, como hace un torneo, cuando entre juerga noctámbula y conventillo interno se nos acabó la nafta en la mitad del campeonato.
Asumamos lo que somos y vivamos con lo puesto, calculadora en mano. Que me faltan jugar tres. Que estoy a sólo dos. Las aritméticas gobiernan al fútbol, hermano. Y aunque uno busque lleno de esperanzas... el camino de los sueños futboleros son eso, sueños alejados categórica y tristemente de la realidad.
Insisto: somos lo que somos. Una ráfaga arrolladora contra un Colón modelo B Nacional que desnuda los efectos nocivos de la manta corta. Nos armamos hasta los dientes adelante y nos desplumaron por la retaguardia. Este viernes no. La mantita marca Ramón nos arropó bien atrás, justo ahora que se viene el invierno, y "hay que pasarlo", como diría un innombrable economista de nuestra vapuleada historia, que se encargó de chuparle el bolsillo a los laburantes. Línea de cinco primero, y bajada de línea después. ¡Defense! ¡Defense!, como gritan en la NBA. Y haceme un gol si sos brujo (¿si, Bruja?), Estudiantes. Ganar no vamos a ganar. Denlo por seguro. Pero para perder nos van a tener que tirar la bomba H. A menos que Herner/Palomino integren la zaga central. Y ahí sí, hermanitos (como dice un lavacerebros de TV), marchamos.
Pero este San Lorenzo utilitario va a los bifes. Está "avivado". Saca cuentas. Cero por cero: uno, dice la tabla de Ramón. Y chupate esa mandarina. Chupátela sin remordimientos. Y si querés llorár, llorá (por el espectáculo). Después, tras cartón, da vuelta la página, y hacé de cuenta que el juego del fútbol se transformó en una tombola. Sí, una especie de quiniela donde a veces metés una cabeza salvadora (pelota parada mediante) y la fantasía de llegar a fin de campeonato con ilusión no es quimera.
Somos lo que somos, hermano Cuervo. Pero ahora, justo ahora, el Harakiri no. Ahora es tiempo de ser un poco mejor de lo que fuimos cuando, entre cómplices y prepotentes con fusiles, nos arrancaron la raíz. Nos expulsaron del barrio. Allí donde nacimos. Allí donde crecimos. El martes que viene es la hora señalada para la refundación. Todas las voces todas. Todas las manos todas. A bramar por la vuelta a casa. En paz. Con decisión. En multitud. Que la diáspora que nos desterró tiene que ser reparada. La historia y la grandeza de San Lorenzo claman por la resurrección. En Boedo. Donde nacimos. Donde debe ser.
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