Las chingadas inolvidable del Gallego
A pocos días de cumplirse 22 años del título de campeón del Clausura 95 y en ocasión de enfrentar San Lorenzo a Talleres en Córdoba, rememoramos aquella noche de los 2 goles claves con la “uña” de Esteban González en una victoria sufrida por 3 a 1.
Se jugaba la fecha 15 del Torneo Clausura 95 y el San Lorenzo puntero del “Bambino” Veira visitaba al descendido Talleres de Córdoba, que "incentivado" por los perseguidores del ciclón deseaba arruinarle el campeonato. El sorprendente Gimnasia de Griguol esperaba atento un traspié azulgrana.
San Lorenzo no podía subestimar a un rival que ya había perdido la categoría. Un mal recuerdo había ocurrido ya en 1986/87 cuando el equipo camboyano puntero que lideraba Carotti había caído en un insólito partido ante el descendido Deportivo Italiano. Tratando de alejar fantasmas el ciclón formó esa noche en el estadio olímpico con Passet; Fernando Batita, Arévalo, Ruggeri y Manusovich; Monserrat, Galetto, Netto, Silas; Arbarello (luego Bennett) y Esteban González (luego Rivadero).
El Ciclón con las ausencias de los titulares Escudero y Biaggio, salió nervioso a disputar el partido ante un Talleres que buscaba llevárselo por delante. Para sorpresa general el paraguayo Ruiz Díaz de cabeza (increíblemente solo en el área) vulneró a Passet a los 14 minutos, agregando más tensión a los corazones azulgranas.
El show del "Gallego" González arrancó 15 minutos después (cuando tras un centro pasado de Silas al segundo palo y que bajó Ruggeri de cabeza) al desviar con la parte interna de su botín la pelota al gol. Un gol milagroso. El Ciclón tuvo varias ocasiones luego pero el primer tiempo finalizó igualado.
El segundo tiempo discurrió con nervios e incertidumbre hasta los 25, cuando Netto en una "avivada" pícara habilitó rápido en un tiro libre directo a Monserrat para que concretara el 2 a 1 necesario. A los 34 llegó la segunda chingada mágica del gallego González, parando un centro de forma poco ortodoxa tras centro de Silas y que el raro efecto que traía en el aire la pelota permitió que se introduzca en el arco de Fortunato, un arquero que no hizo honor a su apellido.
El título vendría cuatros fechas después en la fría noche de Rosario y con el mágico saco mostaza del "Bambino".