Así jugará San Lorenzo de Guede
El 4 de enero comienza la era de Pablo Guede como entrenador de San Lorenzo de Almagro. Los antecedentes en Palestino dan señales de cómo será el juego del Ciclón bajo su mando.
Bajo el mando de Pablo Guede, el humilde Palestino logró un 69 por ciento de rendimiento. Esta cifra les permitió disputar la Copa Libertadores pasada y ratificar un rol protagonista en el torneo local.
En las antípodas de su predecesor en el cargo, Guede hizo de Palestino un equipo que presionaba en la salida a su rival. No de manera sistemática, más bien de acuerdo a las circunstancias del marcador o en función del momento del juego. Abajo o emparejado en el resultado, o con el oponente en un instante de volatilidad en su accionar, los tricolores hostigaban sin cuartel en pos del balón para luego herir con ataques penetrantes.
Si no, el equipo se reagrupaba defensivamente a partir del círculo central del terreno. Así, teniendo como límite de retroceso el semicírculo penal, formaba un bloque compacto de presión. Al que, por cierto, adherían con gran vocación los dos aleros que, en fase ofensiva, acompañaban al centrodelantero de turno (prioritariamente, Marcos Riquelme, el goleador del Apertura). Con nueve jugadores de campo en actitud defensiva, y muy coordinados en la dinámica de acoso y cobertura garantizada, la labor creativa y ofensiva del rival se tornaba bastante compleja.
En fase ofensiva, la concepción de juego predominante fue el ataque construido. La oncena buscaba el arco oponente mediante la generación permanente de secuencias de pases, que tenían como sustento sucesivas triangulaciones. En esta dinámica, el juego se volcaba con alternancia hacia los costados, buscando la penetración y así el pase-gol a los acompañantes en primera o segunda línea de ataque.
Sin embargo, el mayor tono rupturista de Guede en sus meses en La Cisterna está conectado con la gestión del plantel. En el manejo del grupo, el argentino se manejó como pocas veces lo había hecho un entrenador de un primer equipo, de acuerdo a lo visto en canchas nacionales.
Lo primero que llamó la atención fue la rotativa de capitanes. En cada jornada un jugador distinto lucía la jineta en el campo de juego. Explicando el asunto algunas vez dijo que era una estrategia para esparcir el liderazgo en el grupo y para que "nadie se sintiera más importante que otro".Una especie de igualitarismo futbolero bastante interesante.
Otro asunto que capturó el interés tuvo que ver con intermitencia en la titularidad de la mayoría del plantel. En la parte medular de su gestión, el argentino modificó permanente los nombres en el equipo inicial. Eso sí, mantuvo algunos nombres fijos, una suerte de matriz que otorgó la estabilidad que todo funcionamiento requiere.
Este manejo del grupo alcanzó su punto cúlmine en la final de la liguilla del torneo antepasado. Frente a Santiago Wanderers, en un momento álgido del partido, la expulsión de Jason Silva era inminente y el propio volante se hizo mostrar la roja, cuando dejaba la cancha al ser sustituido. ¿Resultado? Una criticable sarta de insultos en argentino del DT al futbolista en la pista de rekortán. Posteriormente reconoció el error, ofreciendo las disculpas del caso.
Silva no siguió en Palestino y emigró a Antofagasta, donde actuó en el campeonato pasado. Tal vez, una muestra del afán del argentino por nivelar la cancha para todos en La Cisterna y que nadie se sintiera más que el resto. Sin embargo, ahora tendrá su prueba máxima en San Lorenzo. Frente a jugadores con otro recorrido y experiencia habrá que ver qué pasa con este tipo de conducción.
Si no, el equipo se reagrupaba defensivamente a partir del círculo central del terreno. Así, teniendo como límite de retroceso el semicírculo penal, formaba un bloque compacto de presión. Al que, por cierto, adherían con gran vocación los dos aleros que, en fase ofensiva, acompañaban al centrodelantero de turno (prioritariamente, Marcos Riquelme, el goleador del Apertura). Con nueve jugadores de campo en actitud defensiva, y muy coordinados en la dinámica de acoso y cobertura garantizada, la labor creativa y ofensiva del rival se tornaba bastante compleja.
En fase ofensiva, la concepción de juego predominante fue el ataque construido. La oncena buscaba el arco oponente mediante la generación permanente de secuencias de pases, que tenían como sustento sucesivas triangulaciones. En esta dinámica, el juego se volcaba con alternancia hacia los costados, buscando la penetración y así el pase-gol a los acompañantes en primera o segunda línea de ataque.
Sin embargo, el mayor tono rupturista de Guede en sus meses en La Cisterna está conectado con la gestión del plantel. En el manejo del grupo, el argentino se manejó como pocas veces lo había hecho un entrenador de un primer equipo, de acuerdo a lo visto en canchas nacionales.
Lo primero que llamó la atención fue la rotativa de capitanes. En cada jornada un jugador distinto lucía la jineta en el campo de juego. Explicando el asunto algunas vez dijo que era una estrategia para esparcir el liderazgo en el grupo y para que "nadie se sintiera más importante que otro".Una especie de igualitarismo futbolero bastante interesante.
Otro asunto que capturó el interés tuvo que ver con intermitencia en la titularidad de la mayoría del plantel. En la parte medular de su gestión, el argentino modificó permanente los nombres en el equipo inicial. Eso sí, mantuvo algunos nombres fijos, una suerte de matriz que otorgó la estabilidad que todo funcionamiento requiere.
Este manejo del grupo alcanzó su punto cúlmine en la final de la liguilla del torneo antepasado. Frente a Santiago Wanderers, en un momento álgido del partido, la expulsión de Jason Silva era inminente y el propio volante se hizo mostrar la roja, cuando dejaba la cancha al ser sustituido. ¿Resultado? Una criticable sarta de insultos en argentino del DT al futbolista en la pista de rekortán. Posteriormente reconoció el error, ofreciendo las disculpas del caso.
Silva no siguió en Palestino y emigró a Antofagasta, donde actuó en el campeonato pasado. Tal vez, una muestra del afán del argentino por nivelar la cancha para todos en La Cisterna y que nadie se sintiera más que el resto. Sin embargo, ahora tendrá su prueba máxima en San Lorenzo. Frente a jugadores con otro recorrido y experiencia habrá que ver qué pasa con este tipo de conducción.
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