El mejor gol del Beto Acosta
Un día como hoy pero hace 30 años, el Beto Acosta le haría un gol a Boca que luego lo habría elegido como el mejor de su carrera. ¿Te acordás?
Era una tarde de jueves. Certificados médicos, familiares enfermos, velorios, mascotas agonizando y muchas excusas más, aparecieron en las oficinas de la Ciudad de Buenos Aires aquel 22 de junio de 1989. Resulta que San Lorenzo jugaba la final de la Liguilla Pre Libertadores de local en el Ducó ante Boca, y el pueblo azulgrana no se lo quería perder. Y menos mal.
El partido de ida había salido 1 a 1 en la Bombonera, y el gol azulgrana lo convirtió Gorosito. Fue también “Pipo” quien abrió el marcador en el Ducó. Pero nadie sabía que para la historia todo esto, y todo lo que sucedería después, sería secundario. En esas épocas las Liguillas se festejaban como campeonatos pero, con el correr de los años, ni este gol de Pipo, ni el segundo que hizo, ni el último gol de Sivizki, ni el 4 a 0, ni la Liguilla Pre Libertadores serían el principal recuerdo…
El gran momento de la tarde llegaría a los 20 minutos del primer tiempo, cuando Zacarías logró hacerse de la pelota contra la raya y levantó la cabeza. Desde el sector izquierdo del ataque azulgrana, el jugador revoleó la pelota para el otro lado donde se encontraba el Beto Acosta. En el eterno viaje de la pelota, el Beto jamás le corrió la mirada. La decisión estaba tomada. El empeine del goleador golpeó justo en la parte de la pelota que tenía que golpear. Con una fuerza bestial, la pierna de Acosta siguió el recorrido y realizó la misma parábola que la redonda. El resto es historia… La pelota, que había tocado el césped antes de que Zacarías la revolee, volvió al piso de la cancha cuando ya se encontraba adentro del arco que defendía Navarro Montoya.
A sus 21 años, y con una carrera enorme por delante, el joven Alberto Acosta acababa de marcar el mejor gol de su carrera (y eso que hizo 300). Difícil será para él olvidar aquella pelota en el aire, el ambiente de ese día, esos pequeños cuadros tomados de reojo de la posición del arquero y esa sensación hermosa de intentar el tiro heroico y que te salga bien. “La quise poner ahí, eh” avisa Beto antes de que le quiten mérito. Ese día, el gran delantero de la modernidad de San Lorenzo, recién comenzaba a marcar su nombre a fuego.